TIMPU LLATO O EL CALENTAMIENTO GLOBAL DESDE LA OTRA ORILLA

DR. LUIGI LEONARDO GUINCHE GONZÁLEZ.-Colombia


Una señal de pánico se difunde cual onda explosiva por el mundo: “¡El planeta se está calentando!”, y la alarma se acompaña de toda una parafernalia de imágenes aterradoras que se entremezclan con otras de inconmensurable ternura, las cuales, bombardean al espectador desprevenido (aunque tal vez deberíamos decir incauto), convenciéndolo sistemáticamente de una “verdad incontrovertible”, o como la llamara el ex candidato a la presidencia de los EEUU Al Gore, “Una verdad inconveniente”*, gracias a la cual la Paramount ganó un Oscar que a su vez ha reforzado de manera contundente una nueva inquisición, la inquisición del ambientalismo.


Al respecto, cabe destacar que precisamente el referido documental fue desvirtuado por nueve errores fundamentales cometidos (según el juez de la Corte Suprema EEUU Michael Burton) en un contexto de alarmismo y exageración, es decir por presentar una visión de tono evidentemente apocalíptico. Por ejemplo, mientras allí se asegura que la capa de hielo de la Antártida se está derritiendo, la evidencia encontrada por los expertos muestra que al contrario, crece; o en otro aspecto, la afirmación de que el calentamiento puede parar la corriente del golfo llevando a Europa a una edad de hielo es juzgada como científicamente imposible.[1]


Según los proponentes de lo anterior, “el hombre es el responsable del evidente cambio climático” y por tal motivo, en todas partes carteles alusivos: un “helado de planeta” que se derrite amenazante o un cerillo que enrojece al polo sur; además, circulan por la web mensajes cada vez más preocupantes, cuñas de radio, tv y documentales presentados por las más prestigiosas cadenas mundiales señalando, con dedo acusador, al hombre como causante de su propia e “inminente destrucción”, al tiempo que también aparecen a la orden del día, soluciones tan elocuentes como a veces, divertidas.


Es así como por ejemplo, cientos de miles de personas en todo el mundo han tenido la oportunidad de ver la imagen de un “indefenso” oso polar alejándose de la orilla sobre un iceberg, y desde luego, gigantescos fragmentos de hielo desprendiéndose aparatosamente de los polos ante la mirada atónita de uno o más reporteros que a su tiempo realizan sendas tomas mientras comentan lo desastroso de la situación.


Sin embargo, lo interesante de esto es que muchas más personas tendrán la oportunidad de presenciar estas escenas durante cientos de años más. Si, tantos cuantos el eje de rotación de nuestro amado planeta mantenga su inclinación de 23º 26’ con respecto al plano de la elíptica*, circunstancia que genera el hecho de que el día y la noche polares tengan una duración de seis meses cada uno.


En resumen, se trata de un fenómeno en el cual el hombre como especie no tiene ninguna responsabilidad; a menos que alguien desee culpar a la humanidad y sus “prácticas contaminantes” de la desviación del eje terrestre, la cual, entre otras, suscita la presencia de estaciones alternas en los dos hemisferios. Esto es, que cuando en el hemisferio norte está en verano, en su homólogo del sur es invierno.


Continuando, podemos decir que, como todos sabemos, para que la realización de cada uno de los videos y/o las mencionadas fotografías sea posible, es necesario un elemento: Luz, mismo que durante el invierno polar es prácticamente inexistente ya que como se dijo, en tales zonas, la noche es, en suma, extensa; de suerte que es imposible realizar algún tipo de filmación como las que hemos referido.


Así pues, cada año, con alternancia milimétrica, mientras en uno de los polos el hielo retrocede por causa de los rayos de sol que lo bañan, circunstancia claro que las cámaras no han de desaprovechar; en el otro, sin falta, y por la razón opuesta, el frío avanza congelando el agua que encuentra a su paso sin que el hombre desde que es hombre haya tenido ningún tipo de injerencia en la ocurrencia de este fenómeno que, además, antecede en miles de años la existencia de la humanidad.


No obstante, no se trata tan sólo de un cúmulo de propaganda inquisitorial en contra de las actividades humanas que conducen al desarrollo, se trata con todo, de un altísimo grado de desinformación que el ciudadano del común no está en condiciones de contrarrestar y por tanto, de evitar ser su inocente víctima.


En este orden de ideas, podemos citar como otro ejemplo significativo el sobresalto que genera, en lo que los medios de difusión masiva han denominado la “opinión pública”, un evento como el ENSO* más comúnmente conocido como Fenómeno del Niño, el cual comenzó a ser estudiado tan sólo a comienzos del siglo pasado (convirtiéndose en el fenómeno climático más analizado). A pesar que del mismo, se tienen noticias desde tiempos de los Incas, quienes ya en el siglo XIII (con mucha anterioridad a la llegada de los españoles a territorio de América) le llamaban “Timpu Llato”: tiempo caliente, y conocían que su aparición en las costas del pacífico carecía de intervalos predecibles de aparición, duración y contundencia.


Complementando, recordemos que el físico y meteorólogo británico Gilbert T. Walker quien estudió este fenómeno en la década de los años 20, concluyó que el mismo se trata de una oscilación en los campos de presión en el Pacífico sur, sobre la cual, a la fecha, los científicos no se han puesto de acuerdo al respecto de sus causas; y sin embargo, la propaganda subjetiva ecologista, que no distingue los efectos de El Niño y su contraparte La Niña, se empeña en culpar al hombre por su presencia o lo irregular de su aparición, y más que eso (quien lo creyera), a su afán por mejorar las condiciones y la calidad de vida de sus congéneres sobre todo en países que no cuentan con condiciones siquiera aceptables para el desarrollo de la misma, ubicados mayoritaria y significativamente en el hemisferio sur del planeta, el más despoblado y pobre de la tierra (África y América del sur).


En la generación de El Niño, nada tienen que ver aerosoles o emisiones de gases tóxicos, como tampoco, una inexistente sobrepoblación del extenso territorio del imperio de Tawantinsuyu (Inca), el cual, se extendía entre el actual departamento de Nariño en Colombia y el extremo norte de Chile a lo largo de las costas del océano Pacífico, área por demás, evidentemente despoblada aún en nuestros días.


Por otro lado, no podría negarse que el hombre como especie juega un papel tan importante como visible en la modificación de su entorno, sin embargo en términos reales, insignificante cuando se consideran  fenómenos como los aquí versan.


Se trata del clima de la tierra, de la Atmósfera, una gigantesca masa gaseosa con más de 1.000 km de altura, tan inconmensurable y violenta como el interior mismo del planeta; una capa de la cual la humanidad copa tan sólo los primeros 10 a 15 km, es decir (redondeando por arriba) el 2%, y eso si consideráramos la cobertura total de la superficie del planeta por parte del hombre, que sabemos, solamente puede habitar en una cuarta parte del globo en tanto las tres restantes corresponden a los también insondables océanos, con lo que el referido y exagerado 2% se reduciría por lo menos a un 0.5% de influencia, eso claro, si la población copara el 100% de la superficie sólida del globo, situación evidentemente exagerada.


Sin embargo, desde la teoría del calentamiento global se culpa al avance tecnológico de la “inminente destrucción de la humanidad”; todo alrededor de una palabra que enmarca cada una de las apreciaciones al respecto, la palabra podría. Así, es común encontrar expresiones como “podría cambiar el curso de las corrientes marinas”, “podría alterarse la salinidad de las corrientes”, o entre las más frecuentes: “tomando las medidas que sugerimos, podría atenuarse el nivel de los estragos”… , entre otras.


De tal modo, toda suerte de imprecisiones asociadas según los datos entregados por la propaganda ambientalista entre las que destaca lo tocante al incremento del bióxido de carbono de la atmósfera, es decir, implícitamente al “daño” causado por el desarrollo; desde luego, sin mencionar los descubrimientos del fundador y primer presidente del IPCC* de las Naciones Unidas Bert Bolin[2] al respecto de que el mayor aumento de las temperaturas desde mediados del siglo XIX se produjo antes de 1940, es decir, coincidiendo con la época de menor emisión humana de CO2*. Y por el contrario, una baja de la temperatura que corresponde con los más altos niveles de emisión del desprestigiado gas durante el auge de la industria que siguió al fin de la segunda guerra mundial en contradicción evidente con la teoría. Dichas emisiones, corresponden a un total de tan sólo 375 ppmv* o en otros términos, al 0.04% de la atmósfera, cifra en la que hay que decirlo, se incluye tanto el bióxido de carbono producido por la actividad humana como el que llega a la atmósfera por fenómenos naturales.


Al respecto, es necesario notar que frente al total de CO2 emitido por la naturaleza, las emanaciones fruto de la actividad humana corresponden a un escaso 4%, razón por la cual (no obstante) se ha oído a grupos de activistas afirmar que una solución para reducir los niveles de calentamiento es el diseño y aplicación de políticas que restrinjan la cría de ganado bovino y vacuno acusados de ser los mayores emisores del gas (desconociendo claro a los volcanes y el material biológico en descomposición), lo anterior en concordancia con otra de sus particulares intenciones: la de eliminar otro elemento de la tabla periódica, el Cloro, acusado en igual forma de ser responsable de nuestra “inminente destrucción por abrasamiento”.


En contraposición, podemos decir que otros factores diferentes a la acción contaminante del hombre son los responsables de las modificaciones climáticas de gran envergadura en la superficie de la tierra: El sol, los planetas vecinos del sistema, otras estrellas que superan en tamaño a la rectora del nuestro, y hasta la luna y los meteoritos que constantemente bombardean la atmósfera, influyen de forma directa, con mucho, más significativamente que los efectos que el hombre haya podido producir en un período comparativamente tan ínfimo como el que lleva en la fase más postrimera de su existencia sobre la tierra, la industrialización. La cual, enfatizamos, no comparte siquiera el 10% de la población total del planeta.


Complementando lo anterior, en otro representativo ejemplo, mencionamos el hecho de la variación de alrededor de un grado en la inclinación del eje terrestre sobre el plano de su órbita de translación, cifra aparentemente insignificante que llevó en otras épocas al territorio que hoy conocemos como el Sahara a convertirse en un desierto[3], pues de acuerdo con los resultados de las investigaciones realizadas al respecto, el referido territorio constituía una selva húmeda de condición similar a la amazónica hasta hace unos 6.000 años[4].


Sobraría repetir que en el referido proceso no intervinieron los llamados agentes contaminantes del mundo moderno (desarrollado), y sí de modo especial, el hecho de que el eje de inclinación klimat (término griego del cual proviene la palabra clima) no apunta permanentemente en la misma dirección próxima a la estrella polar del norte*, debido a procesos más significativos en términos de consecuencias climáticas que la nutación,  fenómeno que genera un desplazamiento polar de unos 9’’ aproximados cada 18 años en promedio, o las perturbaciones diversas causadas sobre la rotación terrestre por parte de sus planetas vecinos.


Así pues, fenómenos como la transformación sahariana corresponden exclusivamente a la influencia que sobre el globo terrestre ejercen otros cuerpos celestes próximos tales como los planetas del sistema solar entre los cuales Saturno y Júpiter tienen papel preponderante. Desde luego la luna, y destacándose en una importante medida, el sol, una inmensa y violenta bola de fuego dentro de cuya influencia directa se encuentra de modo permanente la tierra y por ende su atmósfera.


Profundizando en ese orden de ideas, y de acuerdo con los efectos que sobre el planeta ejercen los demás cuerpos que componen el sistema solar, mencionemos que nuestro eje de rotación presenta una oscilación en su inclinación (oblicuidad) de 3º cada 41.000 años en promedio, esto es, de 21º5’ a 24º5’, razón suficiente como para que se produzca una variación considerable no sólo en los círculos polares sino en la duración de las estaciones, la cual, es causa de la radiación solar sobre la superficie del planeta.


De tal modo, es fácil demostrar que nada saben ni la propaganda ecologista ni sus incautos receptores acerca de estos fenómenos tan naturales como antiguos, tan antiguos como el planeta mismo, propaganda que dicho sea de paso, se dirige al grueso de la población, más pendiente de la fascinación con la que los medios despliegan sus informaciones que de la veracidad de las mismas. El público televidente no conoce del movimiento de la línea de los ápsides*, ni de la ya referida oblicuidad del eje, así como difícilmente ha escuchado o en su defecto recuerda que en sus años de escuela escuchó el término nutación* u oyó hablar de la precesión equinoccial*.


De tal modo, un término que enmarca lo que aquí afirmamos es “ciclo”, condición del movimiento de los astros y en general del universo, el cual pareciera diseñado por un aficionado a los círculos y las espirales. Todo se mueve, y el movimiento de todo (el clima de la tierra inclusive), es cíclico. Así, períodos de 18, 25.000, 41.000, y hasta 100.000 años sin mencionar las fases intermedias, no pueden ser desatendidos por quienes de manera seria, pretendan dedicarse al estudio de fenómenos de la envergadura del aquí referido.


Entonces, y esta vez analizando otros cambios climáticos a lo largo del tiempo geológico, podemos referirnos también a otro fenómeno que no ha de ser desconocido para cualquiera que haya estudiado por lo menos someramente el clima de la tierra: la Continentalidad*; circunstancia climática que a diferencia de las condiciones propias de las áreas influenciadas por el océano, presenta un comportamiento menos pausado en lo tocante al cambio de la temperatura generando condiciones extremas de la misma.


Es así como mencionamos los descubrimientos del profesor alemán Alfred L. Wegener, quien estableció en Entstehung der Kontinente und Ozeane (1915) que en tiempos anteriores a la aparición del hombre sobre el planeta y por tanto, antes de la presencia de cualquier factor contaminante de origen antrópico, un único continente conformaba el total de la superficie sólida del planeta; y con ello la conclusión evidente de unas condiciones climáticas ostensiblemente diferentes a las actuales dado el desplazamiento de las masas continentales, el cual dio paso por ejemplo a las corrientes oceánicas (cinta transportadora) tan determinantes de las variaciones de clima antes mencionadas tales como el Fenómeno del Niño.


Retomando, podemos afirmar que son muchos y del mismo modo variados los verdaderos factores responsables del clima y su permanente cambio cíclico a lo largo de su historia al lado de otros cuerpos similares en el universo. Cambios que anteceden en miles de años a la aparición de una especie que aunque interesada en su estudio, muy poco tiene de influencia en su variación constante. Una especie que hasta hace “centésimas de segundo en el tiempo sideral” ha incrementado sus procesos de desarrollo tecnológico tendientes a mejorar el nivel de vida de sus congéneres y descendientes, la mayoría de los cuales, esto es quienes poseen menos recursos, están siendo obligados dada la “inconveniente verdad” a la que nos hemos venido refiriendo, a optar por mecanismos de vida ostensiblemente menos competitivos que los de aquellos grupos más avanzados desde el punto de vista del desarrollo.


No obstante, la evidente presencia de los factores expuestos, es indispensable mencionar aquí pese a lo limitado del espacio, otro fenómeno mucho más explicativo y que en concordancia con lo anterior, aclara nuestra posición frente a los ponentes de la llamada teoría del “cambio climático” denominada también del “calentamiento global” fruto de la actividad humana: Las Glaciaciones. Procesos repetitivos, es decir, de orden cíclico, caracterizados por un súper enfriamiento planetario, los cuales fueron sistematizados por el paleontólogo y geólogo suizo Jean Louis Agassiz desde comienzos del siglo XIX, época durante la cual el científico estudió las formas del paisaje debidas a la acción de monumentales bloques de hielo que debido al aumento súbito de la temperatura global (épocas interglaciares como la que actualmente vivimos) se desprendieron, desplazaron y derritieron dando origen a lagos, ríos y lagunas; y así mismo, al aspecto orográfico en los lugares del planeta en los que tales condiciones se presentaron; el sistema andino colombiano, por ejemplo.


Con lo anterior, valdría recordar que durante el último máximo glacial estimado por algunas autoridades hace unos 22.000 años, el volumen de hielo que pudo cubrir el norte de América llamado Manto Laurentino se puede estimar en aproximadamente 30 millones de Km3 cubriendo la totalidad del Canadá y gran parte de los EEUU, mientras que su similar en Eurasia, el Manto Fenoescandinavo en unos 7 millones de Km3[5].


Así las cosas y de acuerdo con los resultados de las investigaciones realizadas por el astrofísico Milutin Milancovich, profesor serbio en honor del cual se han bautizado un cráter lunar[6] y posteriormente uno en Marte[7], el clima de la tierra así como el del resto de los planetas del sistema solar depende prácticamente en su totalidad de la influencia de sus vecinos en el espacio, su inclinación respecto del eje de la elíptica y la velocidad de giro de sus diferentes movimientos de los cuales el público en general reconoce (con alguna dificultad) solamente los de rotación y translación.


De tal modo, la tierra habría presenciado varios periodos glaciales y por tanto igual número de épocas interglaciares tal como la que actualmente atraviesa nuestro amado y hermoso planeta, las cuales están caracterizadas lógicamente por aumentos considerables de la temperatura global[8] determinados por la influencia de la radiación solar sobre la superficie del mismo, debida a su vez a la acción gravitacional tanto del sol como de la luna o los grandes planetas del sistema, y nunca, a la acción de alguna especie en particular como se ha dicho. Tal es el caso de las partículas subatómicas responsables de la generación de nubes que atenúan la radiación solar sobre la superficie, las cuales son desplazadas en proporciones asombrosas por el viento solar que se produce durante las explosiones del astro rey, siendo este nuevamente el causante de fluctuaciones en el clima global y del mismo modo, de los ya acostumbrados yerros en las predicciones del tiempo atmosférico.


Sin embargo, debemos aclarar que no se trata de presentar una apología a la destrucción, el despilfarro o el desaprovechamiento de los medios con los cuales la Divina Providencia bendijo esta tierra, pues entre muchos otros son evidentes los problemas sanitarios en las grandes concentraciones humanas y aun en las que no lo son tanto, y de igual forma, es notorio el afán de acumulación de riquezas por parte de grupos que no tienen en cuenta más que su propio beneficio. Por el contrario, se trata aquí de un llamado a la mesura en la difusión de ideas e informaciones incorrectas, a evitar la participación en el engaño, pero sobretodo al estudio de nuestro propio entorno, la tierra.


Así pues y como colofón a lo antedicho, podríamos colegir sin temor a equivocaciones que el nivel de propaganda al respecto de la denunciada responsabilidad del hombre sobre la modificación del clima terrestre es notoriamente exagerada y puede corresponder a intereses desconocidos que sin duda, destacan en la instalada arquitectura mental de la humanidad actual mediante (por ejemplo) la promoción de las prácticas abortivas como forma de control de la pretendida sobrepoblación y en ese orden de ideas de la contaminación; pero por encima de todo al desconocimiento general de elementos, que por complejos, son ajenos tanto a la opinión pública como a sus igualmente desinformados informadores.


Al final, se trata de una campaña a nivel mundial que consciente o inconscientemente vulnera (de modo considerable) las intenciones de los países subdesarrollados por alcanzar una cota media de progreso que les permita consolidar un, por lo menos, aceptable nivel de calidad de vida. Una campaña sin mayores argumentos que desprecia la razón en virtud de su fanatismo creciente frente al cual, cualquier argumento es considerado herejía. Una campaña que desprecia la vida del hombre frente a la de otras especies; que por ejemplo, promueve el desprecio del uso de la energía eléctrica frente a otras llamadas “energías alternativas”, las cuales representan dos y tres veces más costos que la primera al tiempo que 50 o 25 por ciento menos de efectividad cuando alrededor de más de 2000 millones de personas en el mundo no cuentan siquiera con la posibilidad de iluminar sus noches.


Y para terminar, es necesario decir que hay en el mundo cientos de millones de personas que tienen el derecho de una vida más digna la cual, depende en mucho de posibilidades similares a las de aquellos que ya alcanzaron ese nivel. Alabamos aquí todo intento por un planeta más limpio y mejor pero recordamos con la autoridad que dan los argumentos, que el hombre como especie es un elemento insignificante en los fenómenos atmosféricos, que tal idea corresponde a conclusiones apresuradas proferidas por quienes desconocen (tal vez involuntariamente) características de nuestro planeta en relación con su atmósfera.


 


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS


CARLZON, Carl Rupert. Las glaciaciones cuaternarias en la Patagonia y Tierra del


Fuego una investigación regional, estratigráfica y geocronológica sueca, Dirección


General de minas y Energía 1932.


 


KUPER, Rudolph. & KRöPELIN, Stefan. Climate-controlled Holocene occupation in the Sahara: motor of african evolution. Science 11 August 2006:Vol. 313. no. 5788, pp. 803 – 807. http://www.sciencemag.org/cgi/content/abstract/313/5788/803


MC. KEY, Persival. El Sahara: pasado, presente, futuro del mayor desierto del planeta. Barcelona, Ed. E.P. 1962. Enciclopedia Popular Ilustrada. Serie T, La Tierra.


MULLER, Ratzer & HANS, Peter. Una Verdad Inconveniente para Al Gore. En: Señales. La Revista Latinoamericana, página 9, Año 7, Edición 70 de Diciembre de 2007 a Enero de 2008.


RANDLE, Patricio H. “Cambio Climático, Calentamiento Global, Efecto Invernadero Exageración-Error-Impostura”. En: Revista Verbo N° 435-436, Mayo, Junio, Julio de 2005


URIARTE, Anton. Mantos de hielo durante el último máximo glacial.  http://www.meteored.com/ram/722/mantos-de-hielo-durante-el-ultimo-maximo-glacial/


UNION ASTRONOMICA INTERNACIONAL (I. A. U.). XIV Congreso Internacional Brighton, East Sussex, Inglaterra, 1970.


UNION ASTRONOMICA INTERNACIONAL (I. A. U.). XIV Congreso Internacional, Sidney, Australia 1973.







* Esta película producida por Hollywood ha sido ampliamente criticada, pero sin ningún tipo de difusión por parte de los medios masivos de información.




[1] MULLER, Ratzer. Una Verdad Inconveniente para Al Gore. En: Señales. La Revista Latinoamericana, página 9, Año 7, Edición 70 de Diciembre de 2007 a Enero de 2008.




* Resultado de la unión de los puntos que conforman la elipse que describe el planeta en su recorrido alrededor del sol.




* El Niño Oscilación del Sur, nombre con el cual modernamente se conoce al fenómeno del Niño y su contraparte la Niña, irregularidad climática caracterizada principalmente por una anomalía en la atmósfera y el océano que se extiende por varios meses en las costas del pacífico sur.




* Intergovernmental Panel on Climate Change. Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático fue establecido por la WMO o World Meteorogical Organization y el UNEP o United Nations Enviroment. Programa Ambiental de las Naciones Unidas en 1988 con el fin de evaluar el efecto de las actividades humanas en el cambio climático.




[2] Citado por RANDLE, Patricio H. “Cambio Climático, Calentamiento Global, Efecto Invernadero Exageración-Error-Impostura”. En: Revista Verbo N° 435-436, Mayo, Junio, Julio de 2005.




* Al respecto, mencionamos el hecho referido por Hans Muller citado antes, según el cual, la Corte Suprema de los EEUU en lo relativo a uno de los significativos (e imperdonables) errores cometidos en “Una Verdad Inconveniente”, encontró que la concentración de dióxido de Carbono en la atmósfera aumenta unos 800 a 2000 años después del aumento de la temperatura contrariamente a lo afirmado por Gore quien apoyado en el film de la Paramount asegura (tras la interpretación errónea de los núcleos de hielo de la estación polar de Vostok) que el aumento de CO2 en la atmósfera causa el calentamiento.




* Porcentaje de concentración, partes por millón en unidad de volumen.




[3] MC. KEY, Persival. El Sahara: pasado, presente, futuro del mayor desierto del planeta. Barcelona, Ed. E.P. 1962. Enciclopedia Popular Ilustrada. Serie T, La Tierra.




[4] KUPER, Rudolph. & KRöPELIN, Stefan. Climate-controlled Holocene occupation in the Sahara: motor of african evolution. Science 11 August 2006:Vol. 313. no. 5788, pp. 803 – 807. http://www.sciencemag.org/cgi/content/abstract/313/5788/803




* Según Hiparco hace por lo menos 14.000 años el eje terrestre no apuntaba como hoy a la estrella Polar sino a Vega a donde apuntará nuevamente en 11.000 años aproximadamente cuando se complete el año Platónico o ciclo de la precesión equinoccial.




* Variación orbital generada por múltiples factores, mayormente responsable de la ocurrencia de las glaciaciones y asimismo de las épocas interglaciares al producir cambios significativos en la radiación solar sobre los dos hemisferios del planeta.




* También llamado efecto de trompo, consiste en un movimiento irregular presentado por objetos asimétricos al girar sobre su propio eje. El término proviene del latín nutare cabecear.




* Se trata de la descripción de un círculo completo que describe el polo norte respecto al polo de la elíptica en un período aproximado de 25.000 años denominado año platónico.




* Es uno de los factores determinantes del clima, consiste en la condición de lejanía de las grandes masas de agua tales como los océanos la cual, genera un aumento de la amplitud térmica y la reducción de las precipitaciones por la dificultad en el acceso a las masas de aire húmedo a las regiones que sufren tal condición dificultando por ejemplo la producción del efecto invernadero.




[5] URIARTE, Anton. Mantos de hielo durante el último máximo glacial.  http://www.meteored.com/ram/722/mantos-de-hielo-durante-el-ultimo-maximo-glacial/




[6] UNION ASTRONOMICA INTERNACIONAL (I. A. U.). XIV Congreso Internacional Brighton, East Sussex, Inglaterra, 1970.




[7] UNION ASTRONOMICA INTERNACIONAL (I. A. U.). XIV Congreso Internacional, Sidney, Australia 1973.




[8]  CARLZON, Carl Rupert. Las glaciaciones cuaternarias en la Patagonia y Tierra del Fuego una investigación regional, estratigráfica y geocronológica sueca, Dirección General de minas y Energía 1932.